Comprendemos el principio del carbón activado, pero comprender su funcionamiento es más importante y complejo.
Imaginemos que tomamos un papel bond A4, y lo arrugamos y comprimimos hasta volverlo la pelota de papel más pequeña posible, y luego con una prensa hidráulica lo regresamos a ser casi tan delgado como la hoja inicial. Seguirá siendo el mismo papel, pero ocupará menos espacio, y habrá pasado por una transformación física (no química) que le otorgo nuevas propiedades.
Algo parecido sucede con el carbón activado. Este tiene una superficie en sus poros que puede extenderse de 500 a 2500 metros cuadrados por gramo, y suele medirse con el método de Brunnauer-Emmet-Teller (BET). De ahí que si etendiéramos 3 cucharadas o 3 gramos de carbón activado podríamos cubrir 1 estadio de fútbol.
Los poros con los que cuenta el carbón activado le permiten almacenar gran cantidad de elementos, de distintas formas y tamaños, y por esto es crucial entender cómo se comportan las moléculas que se buscan atrapar en él. En cada poro, un fenómenos físico fija partículas a él, este fenómeno es conocido como las fuerzas de Van Der Waals.
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